La persona con problemas de trastorno de la conducta alimentaria como la Bulimia Nerviosa, suele provocarse atracones ,ingesta voraz e incontrolada. Ingiriendo una gran cantidad de alimento en muy poco espacio de tiempo, evitando que alguien la vea. El sentimiento de culpabilidad y malestar generado por el atracón hace que intente compensar los efectos de la sobreingesta. Se provoca entonces vómitos, tomando laxantes o purgantes y/o incrementando su actividad física.
Este trastorno es de difícil detección ya que a menudo la persona afectada no adelgaza visible y preocupadamente e incluso puede presentar sobrepeso.
La persona que sufre bulimia está muy preocupada por el peso y la figura. Vive su problema con sentimientos de vergüenza y culpa, por lo que le resulta difícil pedir ayuda y suele hacerlo cuando el problema ya es avanzado.
Todo el mundo puede tener episodios o incluso temporadas de comer demasiado y usar el término “atracón” para describir su actitud ante esa comida o comidas. A diferencia de estos, los atracones bulímicos suelen ser recurrentes (al menos una vez a la semana durante unos tres meses). Se caracterizan porque la persona ingiere en un corto espacio de tiempo (1- 2 horas), una cantidad de comida muy superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en ese mismo tiempo y circunstancia. Durante este episodio la persona siente que no puede parar de comer ni controlar el tipo de alimentos que está comiendo , a menudo muy calóricos y carbohidratos. Posteriormente trata de compensar este exceso con compensando el episodio de forma inapropiada para no ganar peso (provocación del vómito; uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayuno, y ejercicio excesivo).
El atracón puede ir precedido por un estado de humor alterado, dificultades interpersonales, hambre intensa o sentimientos relacionados con el peso, la figura corporal o los alimentos que la persona trata de controlar inicialmente sin éxito. Recurre al atracón como forma de reducir la tensión. El atracón solo reduce el malestar de forma transitoria. Como consecuencia la persona siente culpa, auto-desprecio o humor depresivo. Esto se acumula a la tensión que puede estar en la base desencadenante del siguiente episodio.
El trastorno por atracón se caracteriza porque la persona ingiere comida de forma compulsiva y recurrente en un corto espacio de tiempo (1- 2 horas). La cantidad de comida es muy superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en ese mismo tiempo y circunstancia. La persona siente que no puede parar de comer ni controlar el tipo de alimentos que está comiendo, a menudo muy calóricos y carbohidratos. A diferencia de la bulimia nerviosa , en el trastorno por atracón es habitual que la persona presente síntomas depresivos y no realiza conductas compensatorias (vómito autoinducido, abuso de laxantes y / o diuréticos, ayunos, ejercicio físico en exceso, etc…).
La consecuencia física de este trastorno puede llevar al sobrepeso u obesidad y por consiguiente , estar sometido a los riesgos para la salud asociados (diabetes, hipertensión, colesterol, etc…).
Existen cuadros de relación preocupante o patológica con la comida. Sus pautas no se ajustan exactamente a los criterios diagnósticos de la anorexia y la bulimia, pero suponen una alteración de la vida de la persona. Lo sufre reduciendo su ilusión y su calidad de vida. En estos casos decimos que la persona sufre un trastorno de la conducta alimentaria no especificado. El hecho de que el TCANE sea un cuadro incompleto de anorexia o de bulimia no quiere decir que sea menos grave o no necesite tratamiento.
Ejemplos de un TCANE es cuando la persona presenta restricción de comida con bajada de peso y distorsión de la imagen corporal, pero no presenta amenorrea. O cuando presenta atracones y purgas, pero con una frecuencia baja y / o irregular.
Trastorno en el que existen síntomas relacionados con la conducta alimentaria, pero no cumplen suficientes criterios para diagnosticar anorexia nerviosa o bulimia nerviosa.
La pica es un trastorno que consiste en ingerir de forma persistente sustancias no nutritivas como, por ejemplo, arena, yeso o papel. Es más habitual durante la infancia. Puede estar presente en niños o personas sometidas a un intenso estrés emocional y en algunos casos con autismo o un retraso mental.
Este trastorno se caracteriza por regurgitaciones repetidas de alimento. Van del estómago a la boca, para volver a masticar, lo que dificulta la digestión y provoca pérdida de peso.
Este trastorno implica un rechazo a la alimentación y preferencia caprichosa por alimentarse de forma diferente a lo que puede considerarse una conducta alimentaria normal. Suele iniciarse con anterioridad a los 6 años y puede ir acompañada de trastorno por rumiación.
Podemos observar que la persona empieza a mostrar un interés injustificado por dietas restrictivas. A veces coincide con un interés exagerado por recetas de cocina y un estado de preocupación constante por la comida. Tiene sentimientos de culpa por haber comido y conductas extrañas con la comida (velocidad en la ingesta, comer derecho, etc).
Conductas como levantarse de la mesa y encerrarse en el baño después de cada comida. Aumento de la frecuencia y cantidad de tiempo que está en el baño o evitación de comidas sociales y familiares. Con frecuencia la comida de casa se acaba con rapidez y encontramos comida o restos escondidos por la casa o en su habitación, envoltorios, etc.
Observar pérdida de peso injustificada y actitudes de excesiva preocupación o rechazo exagerado al sobrepeso, constatación de mentiras relacionadas con la comida o práctica de ejercicio físico de forma compulsiva con el único objetivo de adelgazar son otros indicadores. Constatación o sospecha de práctica del vómito auto-inducido, consumo de laxantes o diuréticos y en caso de ser mujer, desaparición del ciclo menstrual durante, como mínimo, 3 meses consecutivos.
También puede observarse que la persona se queja de síntomas como frío en las manos y pies, sequedad de la piel, estreñimiento, palidez , mareos o caída de cabello. Realiza comentarios como que está gruesa, intentando esconder su cuerpo con ropa ancha. A menudo presenta alteración del rendimiento académico o laboral, aislamiento social progresivo, irritabilidad, agresividad y síntomas depresivos y/o de ansiedad.
La detección de uno o varios de estos síntomas no implica necesariamente la presencia de un trastorno. Para su diagnóstico hay que valorar no sólo las presencia sino el nivel de intensidad y duración. También valorar el grado de interferencia en las demás áreas de la vida de la persona. Por eso, los siguientes síntomas deben funcionar únicamente como señales de alerta para buscar ayuda profesional.
La mejor forma de ayudarla es hablando con ella de forma honesta, sincera, comprensiva y empática, sin juicios ni acusaciones. Para ello es mejor exponerle las preocupaciones en primera persona evitando los juicios: “he observado que últimamente vas al cuarto de baño cuando acabas de comer y tardas mucho en salir, apartas mucha comida del plato, etc. y me preocupa”. Esta forma es mucho más efectiva que acusar directamente: “tú tienes un problema con la comida”.
Un enfoque descriptivo y un interés genuino en la persona ofreciendo o sugiriendo un profesional puede ser de gran ayuda: “me gustaría que fueses a hablar con un profesional, quizá pueda ser de ayuda”.
En casos en los que la persona niegue por completo ningún tipo de problema, se le puede pedir ayuda indirectamente: “puede que tengas razón y no tengas ningún problema con la comida, pero te quiero y me quedaría más tranquilo/a si fueses al menos una vez a una consulta de un profesional y consultaras sobre este tema”.